Al
principio de la creación de nuestra ONGD una de las primeras cosas
que hicimos fue informarnos sobre la República Democrática del
Congo (RDC).
No fue
fácil porque la mayoría de nosotros, hijos de la EGB educados en
inglés, no tenemos ni idea de francés y ese es el idioma en el que
se encuentra la mayoría de la información. Pero a golpe ratón y
echando horas frente a la pantalla del ordenador pudimos localizar
información y comprar algún libro, en edición de bolsillo que
éramos estudiantes y nuestro presupuesto era de risa.
Para la
visita del fundador de la ONGD, el congoleño Evariste Citeya,
nosotros ya éramos estudiantes aplicados. Nos sabíamos todos los
datos sobre la Guerra Mundial Africana, habíamos analizado a fondo
el tema del Coltán y teníamos algo más que manía al rey belga
Leopoldo II mientras nuestra admiración por Patrice Lumumba no
paraba de crecer.
Nuestro
arsenal de datos indignantes, de informes capaces de conmover a
cualquiera y los testimonios de horror chocaron directamente con las
palabras de Evariste.
Allí
donde nosotros poníamos denuncia y protesta, recibíamos palabras de
posibilidad, de futuro y de concordia. Estudiar, formar, emprender,
comerciar e invertir. Un planteamiento que podría suscribir
cualquier país, un planteamiento movido por el perdón y la
superación por alguien que quiere un futuro autónomo e
independiente para su país. Estaba lejos de victimismos y de quejas.
No ocultaba nada, las injusticias no eran escondidas bajo la alfombra
pero no quería quedarse congelado en estado de shock frente a la
tragedia.
Nosotros
que aún sentíamos escalofríos al pensar en todo lo que había
sufrido este país que sólo conocíamos por internet teníamos en
frente a un hombre que había sufrido en sus propias carnes todo eso
y que luchaba ilusionado y vehemente por el futuro de su pueblo.
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